Dime con quién andas y te diré quien eres
“Dime con quién andas y te diré quién eres”. Este famoso refrán era el que nuestros padres, tíos y abuelos nos recitaban siempre que andábamos con personas que no eran de su agrado.
Según los estudios de la psicología, Freud fue quien primero propuso que la crianza de nuestros padres era el factor determinante en nuestro desarrollo. No fue hasta que la Dra. Judith Harris retó esta teoría, con su libro “The Nurture Assumption” que se comenzó a considerar si nuestros pares, en vez de nuestros padres, son los que poseen mayor influencia durante nuestra crianza.
No importa en qué lado del argumento te encuentres, es imposible negar que nuestro entorno es un factor importante de nuestro desarrollo.
Recuerdo que cuando era pequeño, buscaba crear lazos de amistad con vecinos y compañeros de clase. Claro, la mayoría de estas amistades llegaban por proximidad, pero en general, la meta era encontrar personas con gustos similares a uno con el fin de ser aceptados en un grupo y pasarla bien como amigos.
Más adelante hay otros factores que hamaquean tu círculo. Tal vez la universidad, el trabajo, la nueva ciudad a la cual te mudaste, o una combinación de todo contribuye a cambiar el núcleo de personas con quien antes más compartías.